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Propuestas para mejorar la educación (11): detectar y potenciar el talento

Pau Farràs | 21/06/2012

Los mejores deportistas de España y del mundo han acudido desde jóvenes a centros donde se cultiva y se perfecciona la excelencia. Los campeones del Barcelona han sido educados casi en exclusiva en la Masia. Las mejores nadadoras, como Mireia Belmonte o Gemma Mengual, han vivido durante periodos en Centros de Alto Rendimiento.

Igualmente, Michael Phelps recibia trato de estrella en la Universidad de Baltimore, donde tienen instalaciones de lujo, antes de ser medallista olímpico. Rafa Nadal llevaba años preparándose con un entrenador profesional antes de entrar en el circuito profesional.

Lo mismo sucede con los mejores músicos españoles, europeos o japoneses, que han sido educados en conservatorios desde jóvenes, o los chefs de más talento, rápidamente detectados y curtidos en academias y cocinas de renombre.

Sin embargo, el talento académico no es tratado con esta delicadeza. Las clases de la mayoría de las escuelas de este país no tienen protocolos para detectar los mejores talentos que hay ni metodologías para estimularlos y sacar lo mejor de ellos. Por supuesto, no separan a los alumnos según los niveles para que aquellos que tienen más facilidad puedan aprender más cosas más rápido.

Ígual como nos hemos preocupado anteriormente por los colectivos con dificultades, la mejora del sistema pasa por potenciar la máxima expansión del talento de los privilegiados, tanto aquellos con una superdotación como quienes muestran habilidades extraordinarias en materias muy concretas, como puedan ser las ciencias, las matemáticas o el deporte.

La mejora pasa por dedicar personas, tantas como las dedicadas a los del eslabón débil. Dentro del colectivo de los alumnos con necesidades especiales, es tan importante favorecer a los "lentos" como no frenar e incluso estimular a los "veloces". Por ello, hace falta formar profesionales que sepan detectar el talento, facilitar la elaboración de protocolos y materiales para tratarlos y, finalmente, crear centros orientados a la excelencia que no dependan en absoluto de la capacidad económica de las familias y, por lo tanto, cuyo único requisito sea la capacidad intelectual.